Este indigente ha sido ayudado por la misma mujer durante 29 años y así es como se lo paga. Laura Schroff tiene 35 años de edad, es divorciada y es exitosa en su empleo para una empresa editorial. El 1ro. De septiembre de 1986, planeó ir acompañada de una de sus amigas al Gran Open de tenis. Ambas mujeres compraron un par de los mejores boletos y aguardaban ansiosas a que llegara el evento.Pero el destino no estuvo de acuerdo con ellas: El día inició con lluvia continua y al no dejar de llover, las entradas expiraron. La decepción fue grande, especialmente porque Laura llevaba mucho tiempo esperando ese gran día. Por otra parte, las entradas que tenían eran muy difíciles de conseguir, así que Laura no podía estar más molesta.Fue entonces cuando la neoyorquina decidió ir de nuevo hacia Broadway, tomando por la calle 56. En una esquina, muy cerca de su casa, encuentra a un chico de 11 años de edad; era un muchacho de piel oscura, con los pantalones rotos y un aspecto sucio. Este chico le extendió la mano a la mujer de 35 años de edad y le dijo: “Disculpe, señora, ¿tendrá algunas monedas para mí? Tengo hambre.”Schroff rechazó de inmediato al chico indigente con un contundente “No”, y se alejó de él. “Pero la frase “Tengo hambre” permaneció en mi cabeza”, dice Shcroff. Sus pasos comenzaron a hacerse más lentos, hasta que finalmente dio la vuelta.Cuando vuelve le dice que no le dará dinero. Pero que toda vez que tenga hambre, ella irá con él a McDonald’s. El niño acepta la invitación muy emocionado, ya que no ha comido propiamente durante días. “El me pidió humildemente si podía pedir un Big Mac, papas fritas y un gran batido de chocolate”, recuerda Shcroff.El niño se presenta como Maurice, y es entonces cuando Laura se entera de su vida. Su madre es adicta a las drogas: heroína, crack, y alcohol. Laura es la primera persona que Maurice conoce, que va a trabajar todas las mañanas con total regularidad. Su padre abandonó la familia cuando el chico tenía tan sólo 6 años de edad. En ese momento, la abuela de Maurice le da al niño el único obsequio que recibiría de ella: Un conjunto deportivo.El pequeño convive con otros 12 familiares, incluyendo a 2 hermanas, su abuela, y varios tíos, quienes son narcotraficantes, en un pequeño apartamento de dos dormitorios. Laura vive muy cerca del departamento de Maurice, sin embargo, ella vive en un departamento dentro de un rascacielos de lujo.La infancia de Laura tampoco fue fácil. Su padre era alcohólico y abusaba con frecuencia de su hermano, de su madre y de ella misma, con frecuencia. Cuando Laura dejó su casa para estudiar la Universidad, consiguió un puesto como gerente de publicidad, se volvió muy exitosa y pronto comenzó a trabajar para varias revistas conocidas.Laura y Maurice se dan encuentran todos los lunes, a la misma hora, en el mismo sitio, para comer. Laura quiere mejorar la vida de este chico, por lo que comienza a cocinar para él, y lo invita a casa para Navidad y Acción de Gracias.Los amigos de Laura están horrorizados ¿Y si le hace daño a Laura? ¿Y si vacía su apartamento? Pero Maurice está sencillamente agradecido porque alguien se preocupe por él. Laura le dice al chico que le puede dejar una caja de almuerzo con el portero para que la recoja antes de ir a la escuela, pero Maurice no quiere.Lo que él quiere, en cambio, conmueve el corazón de Laura. Desea que le dejen su almuerzo en una bolsa de papel marrón, ya que “cuando veo a niños de mi edad, con su bolsa de papel, sé que tienen a alguien en casa que cuida de ellos”, explica el chico de 11 años.Sin embargo, en la decadente casa de Maurice, nadie se preocupa por él. Laura se encuentra con la madre de Maurice una sola vez: quiere llevar al chico a un partido de béisbol, y necesita que su madre lo autorice. Pero la mujer se niega. ¿Por qué un extraño desearía llevar a su hijo a un partido de béisbol? Simplemente no lo entiende. Así que es la abuela quien tiene que firmar.La madre de Maurice abusa cada vez más de las drogas y finalmente contrae SIDA. A pesar de que la mujer no se preocupa por su hijo, Maurice siempre dice: “Mi madre quiere lo mejor para mí”. Fue por eso que Laura jamás volvió a tocar el tema de la adopción. Jamás fue tema de debate, y ambos disfrutaron de esa hermosa amistad, sin tener que ponerle un adjetivo.Cuando la madre de Maurice finalmente murió, él le llamó a Laura y le dijo: “Ahora tú eres mi madre”. Sin embargo, siempre fue un chico muy educado, continuó llamando a Laura “señorita Laura”. Fue así cuando la “Señorita Laura”, acude con Maurice a la noche de padres en la escuela, y le compró zapatos deportivos nuevos y su primera bicicleta. Al inicio de su vida nadie se había preocupado por él y ahora su madre había muerto.Aunque toda la familia de Maurice tenía problemas de adicción y tráfico de drogas, la meta del chico era continuar con sus estudios. Comenzó a trabajar en la construcción e incluso fundó una pequeña empresa. Ahora, en el 2015, Maurice tiene 40 años, y ha logrado lo increíble: Está casado, tiene 7 hijos que van de los 8 a los 23 años, y lleva una buena vida.Su familia llama “Tía Laurie” a Laura, y Maurice se comunica con ella al menos una vez por teléfono. Maurice jamás ha vendido drogas, así que jamás se verá tentado por el dinero rápido. “Tenemos que terminar con este ciclo diabólico”, dice sonriendo, orgulloso. Para Laura, el conocer a ese chico el día 1 de septiembre de 1986, fue lo mejor que le pudo haber pasado. “Me ha hecho una mujer feliz”, dice Laura, radiante de alegría. “La gente me dice a menudo que Maurice tuvo suerte de encontrarme” pero yo les respondo: “No lo entiendes, todo lo que yo le he dado, me lo ha devuelto con creces.” Laura incluso escribió un libro sobre este bello encuentro, titulado “Todos los lunes, los mejores amigos. El chico que me cambió la vida”.Este encuentro fue lo mejor que le pudo haber pasado a cada uno de ellos. Han sido amigos por más de 29 años, y han estado presentes en los cumpleaños y celebraciones mutuas. Su libro demuestra cómo es que una pequeña acción puede generar enormes olas; y tan grande ha sido el impacto, que ambos han sido elegidos en New York como modelos a seguir. Tales historias nos llenan de esperanza, aún hay gente buena. Comparte esta increíble historia de dos personas extraordinarias, con todos tus amigos. 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